Secuelas de los niños que han padecido cáncer

In Neuroblastoma by fundación neuroblastoma

Las secuelas de los niños que han padecido cáncer se derivan sobre todo de los tratamientos
En general los niños tratados más recientemente sufren menos consecuencias por haber sufrido la enfermedad

Evolución de los problemas de salud de los pacientes de cáncer pediátrico.

Por “secuelas” se entienden los problemas de salud que los pacientes pueden desarrollar tras concluir el tratamiento contra el cáncer. Muchas de ellas se derivan de los tratamientos aplicados y no de la propia enfermedad. Algunas de estas consecuencias incluyen los retrasos del crecimiento y del desarrollo, así como la pérdida de funcionalidad por parte de los órganos afectados. El riesgo de desarrollar secuelas depende de factores como los tratamientos específicos que se hayan utilizado y la edad del niño durante el tratamiento. En muchos casos las secuelas suponen problemas importantes de salud en la vida adulta de los pacientes de cáncer infantil.

Según la Sociedad Americana de Oncología Clínica (ASCO), las graves secuelas de los niños que han padecido cáncer en la niñez han disminuido constantemente en los últimos treinta años, llegando hasta un 9 % en el más común, la leucemia linfoblástica aguda, y un 15 % en el del astrocitoma, el segundo más frecuente.

Un análisis elaborado por el Childhood Cancer Survivor Study (CCSS) del St. Jude Children’s Research Hospital de Memphis a 23,600 personas, estudió la incidencia de problemas graves, discapacitantes, potencialmente mortales o fatales aparecidos a partir del quinto año de ser diagnosticado de un cáncer en la niñez.

Según este estudio, en las tres últimas décadas se ha producido una disminución constante de la aparición de esas secuelas: la tasa de aparición de secuelas 15 años después del diagnóstico fue del 8,8% en los que lo recibieron en los años noventa, del 10.1 % en los ochenta y del 12.7 % en los setenta.

Las secuelas no son iguales en todos los  tipos de cáncer

Por tipo de cáncer, la bajada fue entre el 18 % y el 11 % entre los que sufrieron el linfoma de Hodgkin; del 15 % al 9 % en el astrocitoma; del 13 % al 5 % en el tumor de Wilms y del 9 % al 7 % en la leucemia linfoblástica aguda.

Sin embargo, los investigadores no encontraron reducciones significativas en las secuelas en otros tipos de cáncer infantil, como el neuroblastoma, la leucemia mieloide aguda (AML), el sarcoma de tejidos blandos y el osteosarcoma.

La conclusión clara es que los supervivientes diagnosticados y tratados en épocas más modernas son los que están en mejores condiciones. No sólo hay más niños curados, sino que también tienen menos problemas serios de salud.

Lo que aún no ha sido estudiado es el seguimiento más allá de los 15 años después del tratamiento. Es una incógnita qué ocurrirá cuando las consecuencias del tratamiento clínico de cáncer infantil se combinen con el envejecimiento. Falta también profundizar en las condiciones de salud específicas de cada persona que ha padecido cáncer infantil y sus circunstancias particulares.

Secuelas específicas de los niños que han padecido neuroblastoma

En primer lugar hay que destacar que los niños que reciben tratamiento para el neuroblastoma también tienen un mayor riesgo de padecer otros tipos de cáncer.

Si nos centramos en las secuelas de los niños que han padecido neuroblastoma, hay algunas que son más específicas de esta enfermedad y no aparecen con tan alta incidencia en otros tipos de cáncer infantil.

Aunque se trata de algo muy poco frecuente, algunos niños que padecen neuroblastoma desarrollan el síndrome opsoclono-mioclono. Es una enfermedad neurológica que se caracteriza por movimientos oculares rápidos e incontrolados. Aparecen también asociadas a esta enfermedad contracciones musculares repentinas, falta de coordinación, trastornos del sueño e irritabilidad. La causa podría ser un proceso cerebral autoinmune. A través de ella el sistema inmunitario atacaría el tejido nervioso sano.

Otras secuelas específicas de los pacientes de neuroblastoma son las derivadas de la prueba diagnóstica MIBG, marcado con I 131. Este isótopo, usado para el diagnóstico, y en algunos casos tratamiento del neuroblastoma, puede producir enfermedad tiroidea. Aunque se administre con medicamentos que protegen la tiroides en forma preventiva, en algunos casos la prueba MIBG tiene consecuencias sobre la actividad tiroidea.

Para el control y seguimiento de los pacientes afectados, se sugiere control clínico relacionado con los síntomas de deficiencia tiroidea, haciendo hincapié en el crecimiento. Se aplican las pruebas de laboratorio que controlan el hipotiroidismo.

El neuroblastoma tiene impacto en la salud mental

A esta conclusión ha llegado un estudio de la Facultad de Medicina de Universidad de Yale. Se estudiaron 859 niños que habían tenido neuroblastoma en los últimos 5 años. Se compararon con sus hermanos sanos. Los niños con neuroblastoma resultaron mostrar más trastornos conductuales y educativos que sus hermanos y tener más tendencia a la ansiedad y a la depresión.

Los investigadores, coordinados por la Dra.Nina Kadan-Lottick, investigaron sobre un grupo de 859 supervivientes de neuroblastoma. Su edad media era de 0,8 años al diagnóstico. Estos 859 pacientes eran niños o adolescentes menores de 18 años en el momento del estudio. Fueron diagnosticados al menos cinco años antes del estudio. Los pacientes se sometieron a un seguimiento durante una media de 13,3 años. Se comparó su situación conductual con sus 872 hermanos y hermanas.

Los resultados fueron muy relevantes. Los investigadores descubrieron que los supervivientes de neuroblastoma mostraban una probabilidad mucho mayor que sus hermanos de padecer ansiedad, depresión, comportamiento antisocial, dificultades para gestionar conflictos, déficit de atención y comportamiento caprichoso.

Posibles causas del impacto en la salud mental

Los niños con neuroblastoma tuvieron más probabilidades que los hermanos de desarrollar ansiedad/depresión (19 por ciento vs. 14 por ciento), comportamiento testarudo (19 por ciento vs. 13 por ciento), déficit de atención (21 por ciento vs. 13 por ciento), conflicto entre pares/aislamiento social (26 por ciento contra 17 por ciento), y comportamiento antisocial (16 por ciento contra 12 por ciento).

Estos hallazgos son novedosos porque este es el primer estudio de gran tamaño que pudo observar cómo les va a los pacientes con neuroblastoma en términos de los resultados psicológicos y educativos.

Los tratamientos comunes para el neuroblastoma (vincristina, cisplatino y ácido retinoico) no se asociaron con esos problemas. Pero los supervivientes que desarrollaron afecciones crónicas de la salud como resultado de su tratamiento contra el cáncer tenían un mayor riesgo de problemas de salud mental/conductuales, según el estudio.
En concreto, la enfermedad pulmonar se vinculó con un mayor riesgo de los cinco problemas. La enfermedad endocrina y la neuropatía periférica se vincularon, cada una, con un mayor riesgo de tres de los problemas.

Los investigadores también descubrieron que los sobrevivientes de neuroblastoma que desarrollaron problemas de salud mental/comportamiento solían requerir servicios de educación especial y no asistían a la escuela.

“Esperamos que estos hallazgos ayuden a implementar estrategias de detección temprana e intervención para identificar a los sobrevivientes con mayor riesgo de desarrollar deterioro psicológico y educativo más adelante en la vida“, destacó Kadan-Lottick.

¿Qué hacer cuando un niño ha sido sometido a tratamientos de cáncer?

Tras el tratamiento del cáncer, las pruebas diagnósticas son muy importantes. Un seguimiento temprano se centra en asegurarse de que la enfermedad no vuelva. Generalmente, las pruebas que buscan posibles efectos secundarios de los tratamientos se realizan dos años después de la finalización de los mismos. Un seguimiento a largo plazo debería de llevarse a cabo hasta la edad adulta. Asegura que los supervivientes se mantengan sanos.

Las pruebas más habituales, que se llevan a cabo con una frecuencia al menos anual son, aparte de un examen físico: análisis de sangre, rayos X u otras pruebas de imagen y pruebas específicas que examinen la funcionalidad de los órganos que puedan verse afectados. Un ejemplo sería un ecocardiograma para chequear la musculatura del corazón. Las pruebas a realizar se determinan según el historial del paciente.

Para asegurar la salud del superviviente de cáncer infantil se debe considerar lo siguiente:

– Educación de los pacientes acerca de los potenciales efectos secundarios
– Monitorización y seguimiento de los efectos secundarios
– Derivación de los pacientes a los especialistas según los órganos afectados
– Ayuda con el reto que supone compaginar el colegio o el trabajo con los tratamientos
– Acceso a soporte emocional para pacientes y miembros de la familia
– Ofrecer programas de bienestar y salud
– Educar a los pacientes en evitar hábitos de riesgo como fumar
– Ayudar a los pacientes en la transición a la edad adulta con el cuidado de su salud

Otras recomendaciones

Los supervivientes pueden dudar si recibir un tratamiento de seguimiento. Pueden sentirse abatidos por necesitar tantos cuidados médicos. O pueden sentir miedo de enfrentarse a nuevos problemas médicos. Es útil saber que los efectos secundarios tardíos serios son excepcionales, sobre todo con los tratamientos actuales. Las pruebas diagnósticas de seguimiento ayudan a detectar posibles problemas a tiempo. Así son más fáciles de tratar. Los supervivientes deben aprender cómo minimizar el riesgo de problemas de salud en las visitas de seguimiento.

Para evitar el riesgo de efectos secundarios de aparición tardía, se recomienda no fumar o no ser fumador pasivo, proteger la piel de la exposición al sol, limitar el consumo de alcohol y otras drogas, seguir una dieta saludable y hacer ejercicio.

Fuentes: kidshealth.org, Sociedad Americana de Oncología Clínica ASCO, American Cancer Society